21/5/10



Reposo

Una tristeza del tamaño de un pájaro.
Un aro limpio, una oquedad, un siglo.
Este pasar despacio sin sonido,
esperando el gemido de lo oscuro.
Oh tú, mármol de carne soberana.
Resplandor que traspasas los encantos,
partiendo en dos la piedra derribada.
Oh sangre, oh sangre, oh ese reloj que pulsa
los cardos cuando crecen, cuando arañan
las gargantas partidas por el beso.

Oh esa luz sin espinas que acaricia
la postrer ignorancia que es la muerte.


Vicente Aleixandre

Un créptlico de bienaventuranza al fin.

Al omalódimo dijimos reventar psicotersalmente críspitos de neo ámidos entregamalvizados

Por proa en prosa amoríbua diásona de salúhucas.

¿Y quién dijo qué, por sobre las venas acaso?

Casdiantimos a poco pómaros plébitos párbicos

que si no nos renacen aquí mismo lamarabamos entre nosotros el andulacirnos

de lúgubres sombiosinas espartáclicas como queja del roa plea punto cómuljo

a toda pifmáluba benigna,

a toda dicha extralasencia,

caodísina de entersoteries amurandando entre raleosomnes.

Así sómulos y serenos nunervicos esquemantes

tirados desangrados al pasmir del óculo abrisonando esta caltértica,

o esta dedógena faumante amirabónica

que exaspera del acá al por allá,

pasease entre corbituomas nonéulicas amiraldantes etisdalostias

que si no fuera porque se la pasan jujonjoneando entre dormires apasmalúdicos

por lo sinfónico de la hoja muerta, muerta y fléola a la luvimia de súala labia pálida

quiebra el halmálago caidisprendo a puntarandisimas torpezades en las esquinas del nebulójulo,

pero casi a la deriva del día di adimedo por solo acaso en cualquiera sea que acrismatise

por el parhelio postrado, o el aguacero del créptlico;

el nido paralelo

la rama contigua

o el bípedo pleno

(se oxtrebícua)

Pseopléndulo.

Libaldías locura interna

Lidia con su propio ser despersonalizado en el aire denso que se encuentra a su izquierda. Ríe, canta, llora, grita, grita. Grita. Grita terriblemente como si muriera de felicidad instantánea, como si veinticinco cuchillos lo apuñalaran al mismo tiempo, o recién naciendo, o congelado, o ardiendo. Grita por dentro y por fuera como si fuera grito de todos los gritos coincidiendo en tiempo y forma y mundo. Más allá de que todos difieran, se atan hasta aturdir hasta el más mínimo eco de cualquier célula desenfrenada remando la sangre. Remando la sangre como pájaro en caída libre. Que muere y se cae, terriblemente, gritando desesperado el ramillo de todas sus voces en prolongado (pero efímero) suspiro de muerte. Rema la sangre, el pájaro, muere al aire denso no más bien su vuelo sino lo revolucionario que cambia constantemente al borde racional de un no-engaño (creo que) jamás premeditado. Todo esto nace por boca del día, lengua del cuerpo, campana en el tímpano, y el resto de todas las cosas en la esquina de la córnea. Considérese la existencia de millones de universos paralelos desenvueltos a los dedos como espejos del propio paso acribillando incesantemente el momento escurrido atrás del cuello. Libaldías locura interna con más de media garganta desgarrada continua gritando terriblemente a cada cambio de nube hasta que anochece, y desanochece también. Dice que tiene un sombrero que es redondo y que sabe bailar. Que hace calor, que hace calor, que el ejercicio del grito es tan necesario como el aire que debería dejar pasar para seguir adelante en la destrucción de sus cuerdas vocales. Siente carcomerse su mente en un fuego ácido que le pide que se revuelque al ritmo de su grito desenfrenado por cada grieta de cada vidrio de cada ventana convertida en pecera gratuita de su conciencia a lo que está (y lo que no también). Lucha por conservarse en pié. Se mira en la pava que humea, similar a su espalda, y encuentra que no ha emitido vibración alguna al oído ajeno. Ahora da vuelta los ojos que se abren para adentro, y lo que ve son vestigios de guerra, grabados en plumas, cuchillos, y pájaros que se desparraman en últimas agonías al borde del pulmón agitado. Libaldías locura interna encuentrase como desastroso deshecho de cierta revolución medianamente cotidiana. No ha emitido sonido alguno salvo por todo su intenso río corporal que fluye a gritos casi silenciosos al desarme logístico del caparazón. (Grita). Y se desmaya siendo persona en tiempo, forma y mundo (otra vez).

Octubre, 24

Mediodía con sol,
redondo y sin final como el deseo.
Cuerpo y roca o sopor que los omite.
Soledad absoluta y el silencio
tan especial del mundo cuando calla.
Ausencia y plenitud.
Estancias y retornos.
Existir:
luz ya que en mí confluye. Sobrevivo.


Vicente Gallego.

1/5/10



Simbiosis

La ventanilla del Opel '68 solo se baja cuatro centímetros;

dos papelitos fugaces saltan como caballos

y un puñado de próceres mugrientos se meten a los empujones,

quizás seducidos por el aire espeso

o por la música de James Brown.

Como leyendo relieves con la yema de los dedos

adivino el brillo de los lentes espejados

y el diente enfundado en plata;

imagino dos dedos humedecidos por la lengua

y el chasquido de los billetes

que se frotan y se contagian;

y no se me escapa esa sonrisa que me dice:

Cada vez me vas a llamar más seguido

hasta que un día revientes

como un embutido después de tres horas en el microondas

y yo sé que vos sabés que yo sé que no somos amigos

y también sé - o supongo - que no hace falta que te lo diga:

Nunca se jode con quien te come los piojos







Requin

Click

Paul
Larry

(Some good stuff)
Al alba te amo tengo toda la noche en las venas
Toda la noche te he contemplado
Tengo que adivinarlo todo me siento seguro en las tinieblas
Ellas me conceden el poder
De envolverte
De sacudirte deseo de vivir
En el seno de mi inmovilidad
El poder de revelarte
De liberarte de perderte
Llama invisible de día.

Si te vas la puerta se abre hacia el día
Si te vas la puerta se abre hacia mí mismo.



P. Eluard

Joi

KK
El último hombre

A pesar de las apariencias y las teorías, dice
que tiene miedo de la soledad; se siente distanciado
de los objetos; tiene miedo de no ser más que una
cosa entre las cosas, entre objetos sin nombre:
tiene conciencia de no estar aquí.

J. Brossa


Hielo tu halo de húmedo hilo huyendo al hoyo en la huerta (al ala) (a la), histeria previa durante el paso por la arteria. Por el ojo de halógeno, al himen cegado por sobre el hipotálamo que hendía la hetaira que hablaba dormida habitada por habichuelas gritaba, como el halcón al hacha se hallaba entre harapos y hamacaba al vacio, sinónimo de hipócrita a su hijo como muerto de tanta hierba hinchada, el hada el hechicero, o así la harina, helada. Un huracán continuo de hélice hervida, la hiena como muerta en diente como hallazgo de hemorragia o de hambruna sufriendo de hipoacusia, pobre, pobre el hermano, que hastiaba en hematemesis el entierro con su hígado su seso en la vereda de al lado hipotecando algún vientre hipnotizado a la herradura de poca suerte, pobre suerte, poca pobre, toda esta hambruna, o más bien ninguna. Habla del hijo la madre, y el prefijo sustento como holograma hacia el horizonte, el agua el cuerpo la hipotermia en las hormonas del animal en su humor general de peste hiperventilándose al oro homogéneo en sus caderas alaba fanáticamente el hirsutismo de par de putas masticando la hora, roa, al haikú de su demencia por inyección de haloideo entre las uñas, calma la ceguera y la homofonía de cierta tierra resonándole el hígado, sobre la hierba, en la vereda de al lado, el halcón lo mastica, y a su hermano a su hijo a la hiena a las putas pútridas en hemorroides hormonales, y que además que los animales y qué, que por su hambruna han de huir por el hoyo entre los harapos si realmente pretenden, de manera alguna (o ninguna), calmar la hélice en venta hipotecaria de herraduras contra la hipocresía de su propia uña rasqueteando la carne hasta hendir el hipotálamo y así seguir hablando con himen en vez de boca, como si muy muerto el horizonte, o solo dormido en pequeña hiperestesia (quizás), por esta poca suerte, que les transita la histeria por la arteria, poca pobre, pobre suerte, pobre, pobre pobre. Pobre el animal, ah (si tan solo fuera tan herbívoro, tan). Ah. (Tan) húmedo el hilo, que la demencia rueda hasta la tierra,
y ahora lo mata de hipotermia exagerada
.