La conmoción quebrada en la garganta y me arrodillo. Sé que podría estar naciéndome desde la raíz del llanto porque abro las manos y entre ellas un nido de agua donde acérquese persona y vea un pez rojo pequeñito hecho de tristeza y me arrodillo. Me envuelvo en este aire y tiendo una mano y casi grito vacío porque hasta bajándome los parpados con dos dedos me he visto sola en medio de una sucesión de noches por tanto días entrando en mi cuerpo como revelaciones en las que sé de mi muerte y poca es la importancia del temblor que agita el pensamiento de ser una cosa entre las cosas, un olvido nocturno, lo más frío colgando en el día a día del resto y el otro o los otros o no. Digo entonces no es eso sino que tiendo una mano y la conmoción quebrada en la garganta porque es lamer la soledad desnuda y me arrodillo, y me envuelvo en este aire porque hace frío y he aquí que tengo un pez triste en un nido de llanto donde me asomo y me mira diciendo por sus ojos que no es más que el reflejo de alguien deambulando en el vacío como pluma blanca caída al silencio de una noche oscura en boca del desvelo, en un nido de ratas, en un nido que no dice nada de nada. Pero ahí dentro, tenía una boca, que susurraba la forma de mi sombra, justo por lo bajo de las constelaciones superpuestas, por detrás de esta cornisa enferma y yo alucinaba seres luminosos, yo creía hablar con peces estancados en la memoria que bebía, Yo creía; hasta que un hilo de silencio se quebró en el respiro. Y la ausencia de un solo golpe anestesió mi cuerpo entero.
9/10/10
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