21/6/09

G

Llamé a un amigo que vive en Austin, Texas. Era el día de su cumpleaños, pero la voz no sonaba muy bien. Esa mañana había recibido algunas cartas que le deseaban un feliz aniversario y de paso le recordaban, amablemente, su destino final. Le ofrecían un funeral prepago, ataúd, velorio, embalsamamiento, entierro, cremación, a pagar en cuotas, a precios increíbles, una atención de primera, para que usted no se convierta en un problema para sus hijos.
En estos últimos años, las grandes corporaciones han invadido el ramo fúnebre, que antes estaba a cargo de pequeñas empresas familiares. Pero las cosas no marchan bien. La competencia es dura, y la demanda está estancada o disminuye. Este negocio exige, como todos los negocios, un mercado en expansión y en Estados Unidos la gente muere poco.
Según Thomas Lynch, director de una empresita de servicios fúnebres que heredó de sus abuelos, la tradicional publicidad por correspondencia ya no es útil para los negocios en gran escala: las corporaciones no tendrán más remedio que invertir un dineral en una nueva campaña publicitaria destinada a que cada ciudadano acepte morir dos veces.


E. Galeano

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