[...]
-¡Zezé!
Listo. Estaba perdido. Ella venía de allá furiosa.
-¿Piensas que soy tu sirvienta? Ven a comer en seguida.
Entró violentamente en la sala y me agarró de las orejas. Me fué arrastrando hasta el comedor y me tiró contra la mesa. Entonces me enojé.
-No como. No como. ¡No como! Quiero acabar de hacer mi globo.
Me escapé y volví corriendo hacia lugar de antes. Ella se volvió hecha una fiera. En lugar de avanzar hacia mi, caminó en dirección a la mesa. Y era una vez un bello sueño. Mi globo inacabado se transformó en tiras rotas. No satisfecha con eso (tan grande fué mi sorpresa, que no hice nada) , me agarró por las piernas y por los brazos y me tiró en medio del comedor.
-Cuando yo hablo es para que se me obedezca
El diablo se soltó adentro de mí. La rebelión estalló como un ventarrón . Al comienzo fué una simple andanada.
-¿Sabes lo que eres? ¡Una puta!
Pegó su cara a la mía. Sus ojos despedían rayos.
-Repite eso si tienes coraje
pronuncié bien las sílabas:
-¡Pu-ta! ¡Pros-ti-tu-ta!
Agarró la mano de cuero de encima de la cómoda y comenzó a pegarme sin piedad. El dolor era menor que mi rabia.
-¡Puta! ¡Puta! ¡Hija de una puta!
Ella no paraba y mi cuerpo era un solo dolor de fuego.
-¡Mata, asesina! ¡La cárcel está ahí para vengarme!
[...]
'Mi planta de naranja-lima'
J.M de Vasconcelos
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